domingo, 12 de febrero de 2012

Pequeños anuncios

"Cerrado por reformas"

Debido a más implantes (e implementaciones) de titanio 
que en la fachada del Guggenheim, 
este Blog y sus aledaños de Twitter y Facebook 
se mantendrán asilados por tiempo no especificado.

Por favor, permanezcan a la escucha.


[Les dejamos, gracias a Roxana, con la voz de un hada madrina a la que pedimos que nos abandone en este trance:
Wislawa Szymborska.

Se buscan personas
para llorar
por los ancianos que en los asilos
mueren. Sírvanse
presentarse sin referencias
ni solicitudes por escrito.
Los papeles serán destruidos sin acuse de recibo.
Cualquiera que conozca el paradero
de la compasión (fantasía del alma)
-¡que avise! ¡que avise!
Que lo cante a voz en grito
y baile como si perdiera la razón
jubiloso bajo el frágil sauce       
eternamente a punto de echarse a llorar.
Enseño a callar
en un idioma cualquiera
por el método de contemplar
el cielo estrellado,
las quijadas del sinantropus,
el salto del saltamontes,
las uñas del recién nacido,
el plancton,
el copo de nieve.
Devuelvo al amor.
¡Atención! ¡Ganga!
En la hierba de antaño,
bañados al sol hasta el cuello
mientras baila el viento
(maestro bailarín de
vuestros cabellos).
Ofertas a "sueño".

Pequeños anuncios
(Traducción:  Elzbieta Bortkie­wicz)]

miércoles, 8 de febrero de 2012

La práctica del arte


Del estante más alto y peor accesible de mi biblioteca rescato el primer libro de Antoni Tàpies que recoge diversos textos del pintor. Se trata de la edición castellana de La pràctica de l’art. Ed. Ariel, 1970. Esplugues de Llobregat (Barcelona), traducido por Joaquim Sempere y con fina portada de Alberto Corazón.


El libro, de bolsillo [¡me costó entonces 50 pesetas!], se me deshoja en las manos al ojearlo de nuevo después de 40 años sin volver a abrirlo [¡y MRRivero ('famoso en el mundo entero') se sigue quejando en Babelia de la encuadernación editorial hoy!]. No se reseña la imprenta gráfica responsable, que desde luego no sería Montaner y Simón en el Carrer d’Aragó, cuya sede aún no era la de la Fundación Tàpies [de la que enfrente existía, por lo menos hasta 1992, una famosa pastelería donde me deleitaba con sus delicias de chocolate cuando podía, esporádicamente, permitirme un lujo].


Como preveía, igual que todos los volúmenes que poseo, tiene varios, no muchos, subrayados. Sírvanme algunos de ellos para plantear un pequeño obituario a este artista que pintó mucho, quizás demasiado.
Unas primeras palabras suyas gozan ahora de un significado especial, que cada uno entienda como quiera:
“Si pinto como pinto es, en primer lugar, porque soy catalán.” I-rre-fu-ta-ble.
A su eterno informalismo  [galicismo (debido a Tapié) que en lugar de utilizar el prefijo latino culto in- con sentido privativo (como el griego a-) y significar, pretenciosamente, no-formalista (oxímoron, sí), ha tenido que acabar , usando la otra acepción, significando en su devenir más propiamente intrínseco, interno, al formalismo, dentro del formalismo] podemos aplicarle dos ungüentos de su propia medicina. Uno:
“Donde no haya verdadero impacto no hay arte. Cuando la forma artística no es capaz de producir el desconcierto en el ánimo del espectador y no le obliga a cambiar de manera de pensar, no es actual.”
Y otro, de mayor eficacia curativa:
“Una vez saturado el gusto de una época por un estilo determinado; una vez gastados, por decirlo así, los mecanismos para emocionar; una vez descubierta su trampa, se le hace imprescindible al artista hallar otras formulas que hagan ‘eficaz’ su obra.”

Amén.


domingo, 5 de febrero de 2012

El argonauta de las sensaciones verdaderas

Así denominó Jaime Siles a Alberto Caeiro (el único heterónimo de F. P. que no escribió en prosa), en su reseña en ABC de su libro publicado por Abada.

 José de Almada Negreiros - Alberto Caeiro 
(detalle de la fachada de la Facultad de Letras de Lisboa)

No recogeremos a Caeiro aquí por el tópico de que utilizó un lenguaje estético directo, concreto y simple, pero aun así bastante complejo desde el punto de vista reflexivo, sino por su condición de navegante lúcido y realista.

Véase la muestra que siempre hemos hecho nuestra y más en estos tiempos de tribulación:

"El único sentido íntimo de las cosas/
es que no tienen sentido íntimo alguno".