‘Vulnerant
omnes, ultima necat’.
Heidegger consideraba imposible
tratar del ser sin tratar del tiempo y Ortega
concebía la vida como realidad rigurosamente temporal, sólo accesible a
la razón vital e histórica.
Mucho antes que ellos, sin Agustín
de Hipona el tiempo no podría entenderse.
“El
mundo no fue hecho en el tiempo, sino con el tiempo... El tiempo es creación,
implica un pasado, un futuro y un presente. Pero el pasado ya no existe y el
futuro aún no es…
Que el pasado ha muerto, que el porvenir empieza hoy por primera
vez y que el presente es radicalmente nuevo, es verdad, pero una verdad
relativa al sujeto, ya que el individuo humano es un ser temporal. Como seres temporales, cada uno de nosotros no existiría más
que en esa parte del tiempo que nos parece única, o al menos sería única para
cada cual: el presente…
En
relación con el presente, éste no sería más que un continuado dejar de ser, un
continuo tender hacia el no ser.
Por
ello los tiempos serían tres: El presente del pasado, el presente del futuro y
el presente del presente”.
Pero, como dejó dicho J.-L. Godard,
'el presente sólo existe en las malas películas'.