jueves, 23 de diciembre de 2021

Barroco [y VIII].

Neobarroco e hipermodernidad (y 2).

 Cuando la crítica actual, casi exclusivamente descriptiva, engloba en lo neobarroco la acumulación kenofóbica con otros atributos de la recepción artística, como los derivados del patronazgo de Kafka y Celan, dos máximas fuentes abismales de la náusea existencial moderna, estaría excediéndose del ámbito propio del Barroco histórico. En algún caso se han visto vehiculados los dos sentimientos extremos, aunque no contradictorios, del Barroco histórico, la suntuosidad y el drama.
Se produciría en realidad, una complementación con las contaminaciones de la Modernidad, desde la estética romántica al surrealismo y al irracionalismo de las vanguardias. Como mucho, cabría explorar en la actualidad ciertas convergencias circunstanciales con el fenómeno central del desengaño predominante en la sociedad española de la Edad Barroca.
Las artes en el momento histórico epocal del Barroco acumulaban tiempo en el depósito tridimensional de los estratos recrecidos en volúmenes, modificando la tradición previa establecida. Un arte sublimemente temporal como en la sucesividad narrativa de los momentos implicados y explicados en el escenario de Las Meninas. Arte barroco acumulativo, no solo en la siempre aludida sinestesia, sino también en la conglomeración espacio-temporal por la que circula el tiempo bajo la percepción volumétrica del espacio. Y sobre todo, un arte también retorcido en crisis hiperactiva desde las pesadillas sobre la decadencia de España.
No es casual que la reactivación presente del escenario barroquista coincida con una nueva situación histórica de crisis. Crisis como la actual, no solo económicamente adversa, sino con sus positividades de aceleración tecnológica al alcance de la mano, que establecen un cómodo dominio del espacio y el tiempo. De ahí, el concepto de hipermodernidad para nuestro momento epocal en el neobarroquismo ostentado del arte actual.
Esta perennidad de reapariciones del estilo y el espíritu barrocos como retornos neobarrocos, encuentran explicación, según Gª. Berrio, cuando se reconoce la barroquidad como una constante universal y alternativa del espíritu y a condición de que se reactualice el conocimiento de las complejas polémicas historiográficas sobre el Barroco y el Manierismo históricos.
El resultado de la desinhibición hipermoderna contraria a la ‘ansiedad’ moderna y de sus correlativas consecuencias para la libertad de orientarse se filtra a través de un sensitivo proceso manierista, entendido en su sentido histórico, a saber, como asimilación indirecta de lo real mediado por la idea o por el modelo artístico de prestigio, descargando el calificativo ‘manierista’ de la negatividad miope con que se le resistían, no hace tanto, artistas en el periodo de las obsesiones por la influencia. Los artistas actuales tienen rehabilitado el Manierismo como el gran momento histórico que fue en la cultura del Renacimiento al Barroco, el que intensificó y prolongaría una constante alternativa de la sensibilidad que acuñaron Tintoretto o El Greco.
De ahí la pujanza del manierismo culturalista en las complejas crucerías barroquistas de los nuevos hipermodernos.

[*] vide Antonio García Berrio en Revista de Occidente. nº 393/Febrero 2014. Ed. Fundación Ortega y Gasset, Madrid. pp. 73-114.

* * *
Teresa Oaxaca. Venus.
[“Mi trabajo consiste en complacer a la vista”].
*

No hay comentarios:

Publicar un comentario