miércoles, 2 de marzo de 2022

Deconstrucción de la guerra.

 

Deconstrucción de la guerra [**].

“…ignoramos cómo será el escenario de las guerras futuras” (W. Benjamin).

El poder siempre ha encontrado maneras de utilizar teorías y metodologías concebidas en otros campos. A partir de la segunda mitad del siglo XX, el rechazo y la crítica radical pueden ser igualmente subsumidos e integrados estratégicamente como un instrumento al servicio de la hegemonía del poder. La función táctica de la teoría está, pues, en el nivel en el que influye en las estrategias.
Así, la referencia a la necesidad de interpretar el espacio como condición necesaria al éxito en la guerra urbana, desvela la presencia en el pensamiento militar de una teoría del lenguaje postmoderna, postestructuralista y deconstructivista. Por ejemplo, la categoría de disociación, elemento clave del lenguaje de la deconstrucción, que adquiere el carácter de desmontaje de retículas y elementos que no confían en una eventual integración futura.
Por ello, la guerra ya no versa sobre la destrucción del espacio, sino sobre su reorganización como consecuencia del ir y venir a través de los muros de la ciudad, sometiendo a ésta a una constante deconstrucción, reestructurando sus espacios públicos y privados mediante la teoría de la ‘geometría inversa’.
Históricamente, el arte de la guerra conectaba con las geometrías de las murallas de las ciudades, su ruptura significaba la destrucción de su soberanía. Por contra, el combate urbano contemporáneo se centra cada vez más en métodos de transgresión de las limitaciones representadas por los muros domésticos, demoler elementos constructivos y atravesar las paredes.
Entonces, la guerra es una cuestión de lectura y de deconstrucción del entorno urbano existente, incluso antes del comienzo de la operación.
Existe pues, una nueva relación emergente entre los conflictos armados y el urbanismo que implica una concepción de la ciudad no sólo como lugar, sino ante todo como el medio de la guerra: una materia flexible, casi líquida, que permanece contingente y en perpetuo movimiento. Frente a un sistema estatal jerárquico, cartesiano, geométrico, sólido, hegemónico y espacialmente rígido, otro flexible, móvil, liso, un espacio nomádico similar a una matriz.
Dentro de esos espacios nomádicos se prevén organizaciones sociales en una variedad polimorfa y difusa de redes operativas. Los rizomas (igual que las máquinas de guerra) son organizaciones compuestas por una multiplicidad de grupúsculos que se caracterizan por su capacidad de adaptación y metamorfosis, dependiendo de las contingencias y circunstancias.
Se trata de una reorganización de la sintaxis urbana ejecutada mediante una serie de acciones microtácticas. Atravesar los espacios domésticos, tras perforar sus muros, recorriendo pasadizos ahuecados en un tejido urbano denso y contiguo para atacar al enemigo sin hacerse presente en el exterior.
Las citadas tácticas se basan en la teoría del enjambre (usada también por B.-C. Han) que intenta describir las operaciones militares como una guerra no lineal: una red constituida por una multiplicidad difusa de unidades pequeñas, semiindependientes pero coordinadas, que operan con todas las demás en una sinergia generalizada.
Remite a la inteligencia general de un sistema que es mayor que la inteligencia combinada que resulta de sus partes constitutivas. Y es que un sistema es ciertamente una estructura de mecanismos solidarios, cada uno de los cuales depende del buen funcionamiento de los demás.
Si pensamos en términos espaciales, las operaciones lineales tradicionales descansan sobre la base de una geometría definida. En las operaciones de enjambre, el paradigma tradicional de maniobra se transforma en una geometría compleja que intenta ser como un fractal. Lo que dicta las pautas de desplazamiento no es el espacio: por el contrario, es el propio desplazamiento el que produce espacio a su alrededor.
En términos temporales, las estrategias militares tradicionales son cronolineales, una secuencia de eventos. Un enjambre, en cambio, se basa en acciones simultáneas.
Y desde un punto de vista organizativo, en lugar de cadenas de mando lineales y jerárquicas, los enjambres son redes policéntricas.
Como se ha indicado más arriba, la ciudad no es ya simplemente el lugar de la guerra, sino su medio y, en último término, su aparato. Y la guerra urbana sería la última forma postmoderna de la guerra. Los civiles se convierten en combatientes y los combatientes vuelven a ser civiles.
Y es que, en el fondo, seguimos pudiendo deconstruir a Clausewitz con Foucault: “La política es la continuación de la guerra por otros medios”.

 [**] A partir de la deconstrucción del texto de Weizman, Eyal.- A través de los muros
Ed. Errata naturae. Madrid, 2012.


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