lunes, 11 de mayo de 2015

Pensar en Derrida pensando a Derrida [II].


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Freud y Derrida.
Las sugerencias anteriores enlazan como por ensueño, indica Sloterdijk, con la obra tardía de Freud. En concreto con el texto que escribió entre 1934 y 1938, en el umbral de su muerte, Moisés y la religión monoteísta.
Ya sabemos que en su primera parte, con el título de «Moisés, un egipcio», Freud desarrolla la idea de que Moisés, el liberador y legislador del pueblo judío, no era judío sino egipcio, tanto por su cultura como por su nacionalidad. Despliega allí la tesis de que el eminente egipcio Moisés, partidario de la religión solar y monoteísta de Atón (introducida en el siglo XIV a.C. por Akenatón), no viendo perspectivas de difundir en su propio pueblo con éxito la nueva fe, habría hecho causa común con los judíos sometidos a la esclavitud y los habría conducido fuera de Egipto, con la intención de retomar en otro lugar y con otro pueblo, la experiencia monoteísta. Enseñó a los judíos la costumbre egipcia de la circuncisión, además de la arrogancia religiosa y el rigor contra sí mismo que una religión estrictamente monolátrica exige de sus fieles.
En el marco de esta inmensa revisión de la historia judía llevada a cabo por Freud, escribe Sloterdijk, se desenvuelve una suerte de preludio a lo que más adelante, en Derrida, se describirá por medio del concepto clave de différance. En la interpretación de Freud se habla de la Entstellung, la deformación de un texto, o mejor, su desfiguración, que atañe a la inversión real de roles y a la redacción de relatos irreconocibles, eliminando sus huellas.
 En su libro, el propio Freud indicó que la palabra ‘desfiguración’ no sólo debiera significar ‘alterar en su manifestación’, sino, también, ‘poner en un lugar diverso’, ‘desplazar a otra parte’.
De tal manera, que entonces la différance, en la perspectiva de Freud, no encubriría únicamente la ruptura con el presente absoluto, sino el desfase en el espacio y el reordenamiento en la asignación de los roles. Para ser un ‘neoegipcio’ monoteísta era menester participar en la experiencia religiosa del judaísmo. También Derrida formalizará la idea de que no se puede ser judío sin encarnar el espectro de Egipto. Moisés quería conducir a los judíos al extranjero y les impuso la circuncisión que en cierta medida los convertía en egipcios.
Freud lleva a cabo, así, una ‘deconstrucción’ del mito del Éxodo concebido como la realización de un ‘egipcianismo’ radical por medios judíos. Como explica Sloterdijk, la salida de Egipto les dio a los judíos encabezados por Moisés la forma de pueblo 'heteroegipcio' que toma del Otro el signo de su especificidad, la circuncisión, que les serviría a su vez de distinción como pueblo emigrado.

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