[bye,bye NJ3]
Ningún día
sin una línea.
Este
proverbio, en referencia al parecer al griego Apeles de Colofón, pintor oficial
y retratista de Alejandro Magno, quien no pasaba ni un día sin dibujar aunque
sólo fuera una línea, se atribuye, en su ‘Historia
Natural’, a Cayo Plinio Cecilio Segundo, Plinio el Viejo, escritor y
naturalista romano [23-79 d.C.], del que su sobrino, Plinio el Joven, dejó
escrito: “no leía nada sin hacer un
resumen porque decía que no había libro, por malo que fuese, que no contuviera
algún valor”.
Por ello,
no hay entrevista a pensador, por mala que fuere, que no te sugiera una malla
de imbricaciones que no te exonera de borronear, aunque no diariamente como el
de Colofón, alguna recensión.
Decía Jesús
Mosterín en su (buena) entrevista reciente en Jot Down:
“Uno no tiene por qué dar definiciones, pero
si las da, han de ser precisas. Es como la fotografía. Nadie tiene por qué
hacer fotos, pero si las hace, que no queden desenfocadas”.
Inmediatamente,
por asociación de ideas, recuerdas a Rafael Sánchez Ferlosio y su ‘Cultura ¿para qué?’ en El País [25/07/1998].
Allí, escribía Ferlosio:
“El más inteligente de los españoles
-cuyo nombre, por desventura, no he sabido nunca-, autor de un ‘Arte de tocar
las castañuelas’, empezaba el prólogo de su tratado con esta declaración absolutamente
ejemplar y memorable: ‘No hace ninguna falta tocar las castañuelas, pero en
caso de tocarlas, más vale tocarlas bien que tocarlas mal’. Si esto dijo
aquel hombre, acertando a iluminar a la vez la ética y la estética con un mismo
y único resplandor de luz, refiriéndose a la declaradamente inútil dedicación
de tocar las castañuelas, bien cabe aplicar lo mismo a otras dedicaciones que,
en cambio, tienden a ser consideradas, en principio, necesarias, como las obras
de misericordia”.
Invariablemente,
salvo pirueta retórica suya, me ha resultado incomprensible, dada su cultura,
la afirmación de Ferlosio relativa al desconocimiento de la autoría del citado
tratado.
Nota bene: Una cosa es el 'tratado' y otra la 'declaración', que proviene de un antiguo proverbio griego traducido al latín: "testudines aut non edendas esse aut edendas", citado, por ejemplo, por Erasmo de Rotterdam en su epístola 941 a su traductor Alfonso Fernández de Madrid [c. 1527], ver en los 'Heterodoxos' de Menéndez Pelayo.
Nota bene: Una cosa es el 'tratado' y otra la 'declaración', que proviene de un antiguo proverbio griego traducido al latín: "testudines aut non edendas esse aut edendas", citado, por ejemplo, por Erasmo de Rotterdam en su epístola 941 a su traductor Alfonso Fernández de Madrid [c. 1527], ver en los 'Heterodoxos' de Menéndez Pelayo.
De siempre se ha podido conocer que fue fray Juan Fernández de Rojas [1750-1819] quién escribió, bajo heterónimos, distintas obras relacionadas con las castañuelas.
· ROJAS pintado por GOYA
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Así, con el seudónimo de ‘Francisco Agustín Florencio’, publicó Crotalogía o Ciencia de las castañuelas. Imprenta del Diario de Valencia. Valencia, 1792.
También con el seudónimo de ‘Francisco Agustín Florencio’, publicó a su vez
Carta de Madama Crotalistris sobre la Segunda Parte de la Crotalogía. Imprenta
de Benito Cano. Madrid, 1792.
Con el seudónimo ‘Juanito López Polinario’, publicó por su parte, Impugnación literaria a la
Crotalogía erudita o ciencia de las castañuelas. Valencia, 1792.
Y con el seudónimo de ‘Alejandro Moya’, El triunfo de las castañuelas o
mi viaje a Crotalópolis. Imprenta de González. Madrid 1792.
Contra el
título, la localización y la cita que Ferlosio transcribe en su artículo de
opinión, en el capítulo II del libro firmado por el tal ‘F. A. Florencio’,
intitulado en puridad, ‘Crotalogía o
ciencia de las castañuelas. Instrucción científica del modo de tocar las
castañuelas para bailar el bolero’, lo que leemos expresamente es:
“Nociones fundamentales de la Crotalogía.
Axioma
I. En suposición de tocar,
mejor es tocar bien que tocar mal.
Escolio.
Tocar bien o mal, todo es tocar; pero
como será un necio el que pudiendo comer bien coma mal, de la misma manera será
un mentecato el que pudiendo tocar las castañuelas bien, las toque, por su
culpa, mal”.
Además, frente a Ferlosio, ya el músico Francisco A. Barbieri, en su escrito jocoso ‘Las castañuelas’ [Imprenta
Aribau. Madrid, 1878],
sí le rendiría cumplido homenaje al fraile humorista con un párrafo que no
tiene desperdicio:
«Gaudio exultare laetitia perfundi.
“Si
tratáredes de mujeres rameras, ahí está el obispo de Mondoñedo que os prestará
a Lamiat (sic), Laida y Flora(*)”.
Así decía quien es admirado por todo
el mundo(**) y yo, que no lo soy, podré imitarle
diciendo: “si
tratáredes de castañuelas, ahí está el
Padre Maestro Fray Juan Fernández de Rojas, que os prestará su Crotalogía”.
… casi todos los bibliógrafos modernos… han considerado el tal folleto como un
verdadero arte de tocar las castañuelas, cuando, en realidad, no es otra cosa
que una graciosísima sátira de las costumbres… de su tiempo».
[Notas al margen:
*Se trataría en realidad de Lamia, Flora y Laida, cortesanas cuyas gracias recogió en su 'Letra para Don Enríque Enríquez', de Granada a 16 de mayo de 1531, Fray Antonio de Guevara dentro de sus 'Epístolas Familiares'.
**Se referiría, como es sabido, a Cervantes, que lo
escribió en el prólogo de El Quijote I
[1605], en relación con el citado Guevara, que fue a la sazón, obispo de
la villa mindoniense desde 1537 hasta su muerte en 1545].
Pero volviendo
a Mosterín, en su citada entrevista explica que le fascinan las paradojas, porque
en ellas se topa con los límites del lenguaje y que si, como decía
Wittgenstein, tenemos que estar atentos a las trampas que nos tiende el
lenguaje, serían las paradojas las que nos ayudarían a estar atentos. Y termina
respondiendo (con castañuelas) a la pregunta de cuál, de la cantidad de
paradojas que describe en su diccionario de lógica y filosofía de la ciencia,
es su favorita, confesando que una de sus favoritas es precisamente la paradoja
narrada por Cervantes, que aparece en El
Quijote, en el pasaje de Sancho como gobernador de la ínsula Barataria.
Te viene entonces a la memoria, por
conexiones mentales, y ya finalizas tantas líneas, el célebre argumento
paradójico del sofista Protágoras, recogido por Diógenes Laercio y que concierne
al pago de honorarios profesionales.
- Habiendo pactado Protágoras con su
discípulo Evatlo instruirle en la oratoria forense a fin de enseñarle a ganar
los procesos por cierta paga, con la condición de que el discípulo le
entregaría de entrada la mitad de aquella cantidad, y la otra mitad luego que
defendiese y ganase algún pleito. Como pasase mucho tiempo tras las clases, sin
verificarse la condición de abono pactada, Protágoras reclamó a su alumno el
reembolso de las lecciones que le había dado. Pero el caso fue que Evatlo, que
todavía no había logrado ganar causa alguna en un solo juicio, se negó al pago.
Ello no aquietó a Protágoras, que
habiéndole puesto demanda sobre el débito, y hallándose ambos ante los jueces
alegó lo poco que le preocupaba el sumario pues, dijo Protágoras: “Sábete, oh necio joven, que el diferendo que
nos enfrenta hoy, constituye a su vez otro proceso que debes añadir a la lista
de los que has orado y que de cualquier modo que este litigio salga, debes
pagarme. Pues una de dos: o bien yo gano, y tú debes pagarme; o bien yo pierdo,
y tú debes pagarme igual, pues entonces habrás ganado al menos un pleito”.
Evatlo respondió entonces al sabio
maestro con el argumento inverso para no pagarle. Y el tribunal no supo que
resolver.
Ante la duda, podría haber hecho
gala del refrán castellano...